Editorial

Marchar por la democracia

Ya se levantan voces de que la reforma electoral está moribunda y tendría la misma suerte que la eléctrica de abril, es decir, su naufragio; no obstante, este gobierno ha llevado un descrédito encarnizado contra el INE y sus consejeros. No sólo es revancha, el peor de los sometimientos al gobierno podría hacernos regresar, incluso peor que en los tiempos del PRI.

Editorial CCM

La movilización ciudadana de este 13 de noviembre responde a una inquietud legítima y justa. A los del poder en turno, les desagrada que la movilización de este domingo sea una demostración pública de repudio a una reforma lesiva que daría un retroceso gravísimo al sistema democrático que ha costado sangre y lágrimas.

En últimas semanas, el presidente de México ha desatado odio y polarización denostando a organizadores y quienes están en el ejercicio legítimo del derecho humano de manifestación de las ideas. Afirma que esta movilización es parte de un grupo de “hipócritas, clasistas, racistas, aspiracionistas… quienes vienen de abajo son ladinos que se desclasaron” e incluso, espetó, la marcha no llegaría al Zócalo para no hacer “enojar a Benito Juárez”.

En esas ridículas argumentaciones, los organizadores de la marcha han señalado que es convocatoria libre y no quiere estar en contra del presidente. La causa es mayor, la defensa de las instituciones democráticas, de ellas, el INE como garante de los procesos electorales.

Ya se levantan voces de que la reforma electoral está moribunda y tendría la misma suerte que la eléctrica de abril, es decir, su naufragio; no obstante, este gobierno ha llevado un descrédito encarnizado contra el INE y sus consejeros. No sólo es revancha, el peor de los sometimientos al gobierno podría hacernos regresar, incluso peor que en los tiempos del PRI. Porque la oposición prácticamente sería aplastada, nada ni nadie podría hacer frente ni revertir la reforma de López Obrador. Viviríamos en una abyecta y condenable simulación, ya no democracia, donde sólo iríamos a jugar al voto, sin que haya autoridades imparciales que garanticen el sufragio.

Lo que se juega para el futuro es esencial. Incluso la Iglesia católica de México ha entrado al debate para advertir a los fieles que tal reforma es claramente regresiva. En el mensaje al pueblo de Dios al finalizar la 113 asamblea ordinaria de la CEM, los obispos perciben que “la inmensa mayoría de los mexicanos sueña y está dispuesta a construir una sociedad en la que todos podamos sentarnos en armonía en la mesa común, donde nadie tenga que comer las «migajas que caen de la mesa» (Mt. 15,27), sino que como hermanos nos demos la mano para encontrar caminos nuevos en las relaciones sociales, políticas y económicas, que nos lleven construir una patria mejor para todos”.

Esta marcha implica la necesidad de construir una patria mejor. Y demuestra que aun hay mucho que cambiar para que México sea una democracia cuyo sistema no penda del hilo sujeto por un hombre.

Las cosas ya no son igual. “Papá gobierno” ha dejado de ser juez y parte. Y los hechos demuestra que el INE tiene una gran aceptación en la ciudadanía, siendo una de las Instituciones más confiables para los mexicanos.

Como señalan los obispos de México en su reciente mensaje en torno a la defensa del INE, esta marcha también es ejercicio para fortalecer el bien común “que es un derecho propio y (de) millones de ciudadanos que piden detener el intento de minar a estas dos Instituciones, a través de reformar la Ley Constitucional”, mientras el hombre de Palacio, como don Porfirio, está en su paraíso festejando su cumpleaños “con sus acarreados” para hacer como que nada ve y nada oye, en tanto la ciudadanía irá a las calles a reclamar lo que es justo para que el país no se derrumbe.

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