Gobernantes extraviados

La paz que ha sido brutalmente quebrantada en el estado de Morelos, como sucede en una gran parte del país a causa de la complicidad y la alta corrupción de los gobiernos de todos los colores partidistas que han gobernado al estado.-
Hace unos días el obispo de Cuernavaca, Mons. Ramón Castro Castro, encabezó una multitudinaria marcha en favor de la paz y de la familia en la misma ciudad de Cuernavaca, siguiendo así las constantes indicaciones del Papa Francisco a todos los pastores del mundo, a quienes pide salir de las iglesias, abrir las puertas de las Catedrales, no sólo para que los fieles entren, sino también para que los pastores salgan –dice el Papa– hacia las periferias geográficas y existenciales, es decir, dejar la comodidad del templo para ir hacia la gente y unirse a sus preocupaciones llevando el Evangelio como respuesta y esperanza.
Esta marcha muestra una nueva actitud del obispo que impulsa a la sociedad a recuperar los espacios públicos que se han ido perdiendo por la falta de liderazgo y de participación ciudadana frente a la delincuencia y las erráticas políticas públicas de distintos gobiernos. Dos aspectos han entusiasmado a los ciudadanos para participar: la paz y la familia. La paz que ha sido brutalmente quebrantada en el estado de Morelos, como sucede en una gran parte del país a causa de la complicidad y la alta corrupción de los gobiernos de todos los colores partidistas que han gobernado al estado, incluyendo al presente. Por otra parte, está la realidad de la familia que ha sido dañada y debilitada por una falsa reivindicación de derechos para determinados grupos minoritarios, dejando de lado, en el olvido y hasta en el rechazo, el fortalecimiento de la estructura fundamental de la sociedad que es la familia, conformada por la unión del hombre, la mujer y los hijos.
La reacción del gobierno de Morelos ante el inesperado éxito de la multitudinaria marcha ha sido patética, por decir lo menos, envuelto en sus atavismos ideológicos y en sus dogmatismos doctrinarios, al estilo del tristemente célebre y siniestro Tomás Garrido Canabal en el sureste mexicano de los años treinta, uno de los más grandes represores de las libertades en México.
El gobierno morelense se ha mostrado definitivamente extraviado, ya que en lugar de sumarse a la expresión pública de la legítima preocupación social, se ha lanzado, haciendo gala de una total intolerancia, contra la participación del Obispo, calificando la marcha como de asuntos religiosos o confesionales y por ello irrelevantes, confundiendo el verdadero sentido del reclamo social. Y peor todavía, ante el justo reclamo de los ciudadanos por la paz, ha respondido con la amenaza de legalizar el crimen del aborto en la entidad, es decir, el gobierno ha amenazado con una violencia peor que la que ejerce el crimen organizado: la legalización y promoción el asesinato de niños inocentes en el vientre de sus madres.
Desafortunadamente, el estado de Morelos está sumido en una problemática social que tiene el rostro de pobreza, por un lado, y corrupción y violencia criminal por el otro. Se requiere de la participación de toda la sociedad con sus gobernantes y no la actitud equivocada de un gobierno arrogante contra la sociedad.
Fuente: Siame.mx Marzo 10, 2014. Editorial ‘Desde la fe’