México es un país muy ocupado, pero desocupado de su ser

En México se vive cada día con más focos rojos que impiden a mucha gente llegar a su trabajo, a su hogar, ya que el tráfico paraliza, así como la inseguridad, las manifestaciones y tantos sucesos extraños que acontecen en el país. Ante esta situación, podríamos preguntarnos cuál sería la esencia de los problemas que suceden. Parecería que todos desembocaran en el río de la política. Será que ésta es la que no logra canalizar los males que circulan en nuestros lados o la misma sociedad ha permitido éstos desórdenes sociales que ahora están cobrando a muchas vidas inocentes. Ahora parece que todos bebemos de esta agua de la corrupción, tanto la sociedad civil como el mismo gobierno. Tan es así que nadie confía en nadie, nadie quiere escuchar a nadie, nadie le hace caso a nadie. En este sentido, podemos hacer referencia al Sindicato de Electricistas que estuvo en el zócalo capitalino en supuesta huelga de hambre, pidiendo a que el gobierno atienda a sus peticiones; mientras que el gobierno y gran parte de la población también estaban esperando a que desocuparan el lugar porque no dejaban pasar a muchos capitalinos que tenían que ir a su trabajo, pero nadie quiere escuchar a nadie y nadie tiene tiempo para nadie, sólo para intereses personales. Desde esta perspectiva, podemos inferir que somos un país que nos gusta la burla, que nos gusta a que nos insulten porque solamente así prestamos oídos a los otros; de lo contrario, si no hay ruidos, si no hay voces que aclaman la libertad, la igualdad, la seguridad, el otro no existe en nuestra historia y el curso de nuestra existencia sigue con toda normalidad De este modo, nunca se puede construir el país por el camino de la paz, siempre se tiene que hacer recurriendo por la vía antidemocrática y discriminatoria. Somos un país que nos gusta el retroceso, nos gusta estar en el mismo lugar. Somos como el agua que se estanca y no fluye. Muy pocos abren el paso del canal de las ideas progresistas que permiten el cambio, pero debemos hacer hincapié que éstos tienen contados sus días, si no es que al levantar la mano una fuerza misteriosa los decapita y los desaparece de la historia. Ahora depende de cada ciudadano, de cada mexicano cómo quiere vivir sus días, sabiendo que una sola fuerza no es mucho para lo que sucede en el país. Es necesario unir fuerzas, unir voluntades para permitir que las ideas fluyan, para que el progreso siga por el camino correcto y la democracia esté al lado de todos y de manera particular, la libertad de expresión sea nuestra bandera.