Un Obispo de Jalisco para El Bajío
Pbro. Alberto Ávila Rodríguez Como en las antiguas páginas bíblicas… «Sal de tu tierra nativa y de la casa de tus padres, a la tierra que te mostraré». José María de la Torre Martín escribe su propia historia, la saga de un pastor, en un continuo ‘salir’, en un continuo ‘llegar’ «hasta que vea la tierra producir con la bendición de Dios, hasta que llegue a la tierra de promisión». De Pegueros a Tepatitlán, esfuerzo de niño, fatigas de mayores para aprender las primeras letras, celebrar los primeros misterios cristianos. Luego Guadalajara, el Seminario; del latín a las matemáticas. Y cuando llegaron los entes filosóficos de la primera juventud, también quiere correr la aventura propia. Ya Dios dirá, Él se mostrará de alguna manera. Se va a la región de La Laguna, Coahuila, Durango, para conocer las entrañas de la clase obrera, entender la Pastoral Social desde el nivel ínfimo, con las manos duras, con la premura del sustento diario. De ahí, a continuar los estudios teológicos, en Monterrey, en San Juan de los Lagos; la unción sacerdotal y luego Roma, para ahondar en las ciencias sagradas. De ser Obispo titular de Panatoria, Auxiliar de Guadalajara, con su lema, In Verbo autem tuo… «Echaré las redes, solamente porque Tú lo dices», ahora como Obispo Residencial de Aguascalientes –con el mismo lema–, remarcando insistentemente: «Porque Tú lo dices». Con la confianza toda, puesta en las manos del Altísimo. Así llegará el próximo 13 de marzo, en el cenit del mediodía, el Séptimo Obispo de Aguascalientes, a su Diócesis. Punto crucial en la historia, y en el presente Aguascalientes sale con frecuencia en la historia patria. A veces como paso obligado, como lugar de gestas heroicas, de luchas febriles, de convenciones. Como un esfuerzo continuado en el centro de la geografía nacional que no deja de latir en el mapa tricolor. Al presente, es una Diócesis que cuenta con más de un millón seiscientos mil habitantes: todo el estado del mismo nombre, algunas parroquias de Jalisco, y un poco del territorio zacatecano. Son ya cien parroquias, el número exacto que dejó el Sr. Obispo don Ramón Godínez Flores, de entrañable memoria en el Presbiterio y en toda la gente. Parecería que el Obispo José María todavía no estaba listo para el cambio, y sin embargo, en la respuesta personal y responsable al plan de Dios, manifestado de distintas formas, ha dicho de nuevo: «En tu nombre…» Una misma tarea, una heráldica nueva Seguirá en su escudo la cruz franciscana, pues Aguascalientes también es tierra de evangelizadores franciscanos. En una esquina brillará la Mujer Madre, la Asunción de la Virgen, que sigue siendo la única estrella de la Nueva Evangelización, y es patrona de su nueva Diócesis; en otro lado de su escudo a estrenar, estarán los destinatarios esenciales de toda evangelización, la insistencia subrayada por Juan Pablo II y renovada por Benedicto XVI: la familia –niños, adolescentes, jóvenes, parejas, abuelos–. Ahí estarán los signos identificables de su nueva casa, la gente luchadora de Aguascalientes, una sociedad que se abre a la modernidad con muchos valores de empuje y tradición. Continuador El Obispo José María sabe que es una nueva imagen de una misma tarea: el pastoreo de una Diócesis particular. Ha sentido en la fecha de su nombramiento, 30 de enero, Fiesta de San Juan Bosco –gran educador, sacerdote y pastor– algunas líneas sugerentes para su nueva encomienda. Se sabe que llega después de dos grandes pastores llenos de bondad y comprensión humana –los dos últimos Obispos–; conoce que es una herencia a continuar. Quiere ver en la tarea de «Don Bosco», un pastor lleno de bondad y de una disciplina educativa autoexigente. Ternura y exigencia siempre llevan a una pedagogía de autodesarrollo; la riqueza humana y la grandeza del Evangelio. Nuevos compañeros en el tren de la vida Ya va encontrando sus nuevos amigos en el Presbiterio y en la gente de esa región, colaboradores con muchos años de brega en las tareas pastorales; gente experimentada, un clero joven y entusiasta, grupos de Pastoral y organizaciones parroquiales que ya rezan por él y lo quieren arropar en las telas de su propia historia. Gozará de sus fiestas tradicionales y llorará junto con ellos en sus penas, siempre con la esperanza de ser mejores discípulos, misioneros siempre partiendo