La verdadera transformación del adviento

El adviento representa un signo de fe, esperanza y salvación. No es simplemente un período para llegar a la Navidad.
Editorial CCM
Vivimos tiempos de confusión. Aparte de la inestabilidad y los riesgos a nuestro sistema político y forma de vida, se alzan enemigos y extraños que presumen tener las fórmulas más convenientes para llevarnos a un paraíso que, en realidad, resultaría el peor de los infiernos.
Si bien tenemos problemas agudos, no podemos dejar de lado el dolor y sufrimientos de miles de personas en este país a quienes se les ha despedazado la esperanza. Lo temporal les ha fallado, pero sostenidos de su voluntad y fe continúan adelante para dar razón de que su lucha es más grande que cualquier vacua promesa de labios de caudillos, políticos autoritarios, líderes de pacotilla y oportunistas que se cuelgan de las necesidades para sacar raja de todo esto.
Se habla de esperanza y transformación, no obstante, la realidad nos ha despertado al advertirnos que eso es desilusión y retroceso. Quienes antes confiaban en la oportunidad de un cambio, ahora son defraudados. No son iguales desde luego, son peores. Usan lo más infame e inmoral de la política; hablan de ética y humanismo, pero su fuerza es el vicio y el autoritarismo. Hablan de respeto y atentan contra la vida. Pregonan libertad y machacan a las personas. Se dicen demócratas y abrazan al autoritarismo. Dicen seguir a Cristo, pero quieren ser los únicos mesías.
Como nunca, se requiere de esperanza. No como la predica el mundo ni el remedo de transformación que dirigen sicópatas. Millones en este país han cambiado su forma de pensar para decir a esos en el poder que su autoridad no es por ellos, sino que les ha sido encomendada por el pueblo. Surge un rasgo que parte en dos el velo. Ciudadanía consciente contra populismo manipulador. Quienes hacen la primera saben que mucho está en juego por nuestro bien y el futuro.
El adviento representa un signo de fe, esperanza y salvación. No es simplemente un período para llegar a la Navidad. El cristianismo ha conquistado el tiempo. En el pasado, emperadores y legisladores prohibían las actividades civiles y religiosas, pero la aparición del Hijo de Dios en nuestra historia hizo que los acontecimientos que dieron sentido a la Salvación estuvieran más allá del dictado de reyes, presidentes y emperadores. El Señor es “Luz del mundo”, “Sol de Justicia”, “Príncipe de paz”. Esa convicción hizo que el cristianismo se introdujera para ser sal de la tierra, anunciando y denunciando, convencidos de que el Señor viene pronto a instaurar un Reino que no puede semejarse a los que están en este mundo.
La encarnación Cristo no es una cosa aislada, está previsto por Dios en nuestra historia y forma parte de un plan de Salvación. Esa misma acontece ahora en nuestros días, supera cualquier ideología y doctrina mundana. El adviento es manifestación del Señor y nos ilumina con su Luz. Nada es coincidencia ni caprichosa manipulación del tiempo. Todas las cosas serán nuevas y no por transformaciones ideológicas que someten al ser humano. Mientras el espíritu del cristianismo dé un sentido distinto al mundo, entonces habremos de festejar el adviento como un anuncio del Reino que nos llega. “El Hijo de Dios hecho hombre que nace de María es la verdadera luz y sol que nace de lo alto”. ¡Que el gozo de este tiempo nos dé la paz que requiere nuestro tiempo!