¿Qué más tiene que pasar?

En la presente administración, los ataques a periodistas y la negación del derecho de la información se ha incrementado de forma exponencial. De acuerdo con Artículo 19, en el reciente informe llamado Negación, del 5 de abril, en el 2021 la organización “registró siete asesinatos y un total de 644 ataques contra la prensa vinculados al ejercicio periodístico, lo que resulta en promedio en una persona periodista agredida por su labor cada 14 horas… De estos ataques el Estado mexicano estuvo involucrado en dos de cada cinco agresiones, mientras que los temas más vinculados a la violencia contra periodistas fue la corrupción y la política con 285 agresiones. Con estos datos, los tres años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador suman ya 1,945 ataques contra la prensa, entre los cuáles se encuentran 30 asesinatos de periodistas y dos desapariciones”.
Editorial CCM
Se llamó Luis Enrique Ramírez Ramos y era periodista. Fue el 5 de mayo cuando se dio a conocer el hallazgo sin vida del cuerpo del comunicador, sin mayores lamentaciones del gobierno federal que festejaba el pasado recordando la Batalla de Puebla de 1862, mientras que, en el presente, otro más sufrió un artero ataque que le arrebató la vida.
Fundador de un portal de noticias, tuvo una trayectoria consolidada en el periodismo por más de 40 años recibiendo 14 premios. Una de las líneas de investigación sobre el homicidio, según las autoridades, será sin duda su labor profesional. Con esta muerte, ya son nueve periodistas asesinados en el 2022: José Luis Gamboa, Margarito Martínez, Lourdes Maldonado, Roberto Toledo, Heber López, Jorge Luis Camero, Juan Carlos Muñoz y Armando Linares.
Sobra decir que México es de los países más peligrosos para ejercer el periodismo; sin embargo, esta realidad parece ser cada vez más una frase hueca a medida que los asesinatos ya no conmocionan a los responsables, autoridades y quienes forman parte del actual gobierno quienes sólo atinan a dar los consabidos mensajes, cantaleta acostumbrada, usando las redes sociales como medio de descargo: El @GobiernoMx condena el asesinato… Reforzaremos las medidas de seguridad para las y los periodistas… Trabajaremos en conjunto con el gobierno estatal y municipal… no permitiremos la impunidad… Puro cliché.
En la presente administración, los ataques a periodistas y la negación del derecho de la información se ha incrementado de forma exponencial. De acuerdo con Artículo 19, en el reciente informe llamado Negación, del 5 de abril, en el 2021 la organización “registró siete asesinatos y un total de 644 ataques contra la prensa vinculados al ejercicio periodístico, lo que resulta en promedio en una persona periodista agredida por su labor cada 14 horas… De estos ataques el Estado mexicano estuvo involucrado en dos de cada cinco agresiones, mientras que los temas más vinculados a la violencia contra periodistas fue la corrupción y la política con 285 agresiones. Con estos datos, los tres años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador suman ya 1,945 ataques contra la prensa, entre los cuáles se encuentran 30 asesinatos de periodistas y dos desapariciones”.
Sin duda, en una importante proporción, estos ataques son propiciados por el constante descrédito que desde el gobierno de la República se hace a la labor informativa. Tendenciosas, injuriantes e infamantes secciones como la de “Quién es quién en las mentiras” son el medio perfecto del odio que se burla, con impune cinismo, del trabajo en medios, mientras la mentira oficialista es encumbrada como criterio de verdad.
Sólo dos países en el mundo han tenido esta crisis de asesinatos en los últimos meses del 2022. Ucrania en estado de guerra y México en guerra no declarada. En el Proyecto Global del Pastoral 2031-2033, -PGP 2031-2033- los obispos de México llaman al pueblo de Dios ha tener una presencia más activa en la reconstrucción de la paz en México recordando a todos a vivir con sentido profético para denunciar “con valor las injusticias y atropellos que se cometen, dejando de lado temores y egoísmos, muchas veces aún a costa de la propia vida, como ha sucedido con periodistas, defensores de los derechos humanos, líderes sociales, laicos y sacerdotes”. (No. 176).
Otro periodista fue asesinado y las cosas no cambian. El riesgo es ver estos crímenes como algo perfectamente normal en un país cuyo gobierno suscita el odio e incomprensión hacia la labor informativa. ¿Qué más tiene que pasar para que todo esto cambie?