Guía práctica para vivir el Adviento

El Adviento es un tiempo de preparación para la Navidad, y por lo tanto, un tiempo para profundizar en el misterio de nuestras salvación, que inicia con el nacimiento de Cristo; un tiempo para la oración, de manera particular para la oración en familia, recordando que Jesús quiso nacer en una familia como la nuestra; también es tiempo de crecer en la caridad y en el compartir, al recordar que Jesús, siendo Dios, no retuvo para sí la gloria que merecía como Dios, sino que se hizo como uno de nosotros, compartiendo todo lo que tenía, incluso su Madre Santísima.
Sin embargo, el Adviento se ha convertido en un agitado tiempo de hacer compras, con poco o ningún tiempo para la oración; la reflexión ha dejado de estar centrada en la Encarnación de Cristo, para ser substituida por la figura de Santa Claus; las Posadas han dejado de ser una oportunidad para orar y catequizar a los niños, para convertirse en alegres fiestas; el Nacimiento también ha dejado de ser un elemento de catequesis y motivo de contemplación de la humildad de nuestro Dios, e incluso, en muchos casos, el 25 de diciembre ha pasado a ser también sólo una fiesta familiar en la que el único ausente es Jesús, pues todo se centra en el intercambio de regalos y la cena.
Hoy es tiempo de levantar la cabeza y de regresarle su verdadero sentido tanto a la Navidad como a la preparación de ésta. Para ello, proponemos de manera concreta lo siguiente:
Rezar todos los días la Corona de Adviento. Esta corona es una tradición simbólica iniciada en Europa por los Luteranos, quienes trenzando una serie de ramas de pino verde, significaban la esperanza cristiana de que en la segunda y definitiva venida de Cristo, Él mismo “coronará” toda una vida vivida de acuerdo al Evangelio. Esta corona es iluminada por Cristo, Luz del Mundo. Es, sin embargo, una Luz que, como en el Antiguo Testamento, va creciendo e iluminando todo hasta llegar a ser el centro de la vida del hombre y de su historia. Con esta teología detrás, la Iglesia Católica adaptó al ciclo litúrgico del Adviento esta práctica, en donde cada vela representa cada uno de los domingos del Adviento. Está formada de tres velas moradas, signos de la espera y una rosa, signo del “ya, pero todavía no”, que es conocido como “el gaudete” por el gozo de saber que la redención ha sido ya realizada por Cristo, pero ésta aún se continúa desarrollando en el mundo hasta su segunda venida. Cada uno de los cuatro domingos de Adviento se enciende una vela: primero dos moradas, luego la Rosa, luego otra morada y finalmente, el día de Navidad, la blanca, que está al centro de la corona.
Realizar en el barrio la novena de Navidad (Posadas). Las posadas son toda una tradición en nuestra cultura. Haz que éstas sean verdaderamente, como lo fueron en el principio, un momento de oración y de catequesis. A las “posadas” de tu empresa, puedes mejor llámalas “Fiestas de Navidad” para no mezclar lo profano con lo que es parte de nuestra vida cristiana. Y claro, vive estas fiestas con la compostura que un cristiano tiene que dar en todo momento en su vida. Sé para los demás signo de la verdadera esperanza cristiana, y muéstrate a los demás como un seguidor de Cristo a quien estás por celebrar en su nacimiento.
Poner un bonito Nacimiento. Agreguemos al árbol de Navidad un buen Nacimiento y procuremos darnos tiempo para explicárselo a los niños. Recordemos que ellos aprenden más por las imágenes que por nuestras palabras. Sentémonos junto a ellos y contémosles una y otra vez el relato del nacimiento de Jesús, la llegada de los magos, la vida sobre José y María, la vida en aquellos tiempos, etc. Motivemos en ellos, la idea de la cercanía con el Dios que se hace uno de nosotros y que humildemente nace en un pesebre para ser uno con nosotros. Haz oración de vez en cuando delante del pesebre con la firme convicción de que tienes mucho que agradecer.
Darle otro sentido a nuestras compras navideñas. Navidad es tiempo de compartir y no precisamente de comprar, por lo tanto, lo que tengas que comprar hazlo con el deseo de compartir con los demás la alegría de dar. Busca que no sea para quedar bien y no gastes lo que no tienes. Con el único que tienes que quedar bien es con Jesús y Él lo único que quiere es tu corazón y un poco de tu atención y tu amor. Que tu compartir sea un verdadero signo de amor y fraternidad, buscando imitar a Cristo, que se regaló a nosotros para hacernos inmensamente felices. Finalmente, cuando hagas tu lista de regalos, acuérdate de aquellos que no han tenido la posibilidad de tener lo que tú tienes.
Conclusión
Durante el Adviento busca la mejor oportunidad para reconciliarte sacramentalmente con Dios (confesarte), para que puedas participar activa y devotamente de la Eucaristía del 25 de diciembre, fiesta del Nacimiento de nuestro Señor y Salvador. No dejes que la actividad, las prisas o la flojera dejen para el último lo que debe ser primero.
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Fuente: Siame.mx