Que nadie pretenda quitarnos a Jesús en la Navidad

En Europa, la gran Europa que nos legó la fe a los pueblos de América, ahora, en aras de un pluralismo difícil de entender, para no “herir la susceptibilidad de los pueblos no cristianos”, se está introduciendo sutilmente la modalidad de festejar la Navidad, pero sin Jesús.
A quien o a quienes se les haya ocurrido semejante idea sin duda que participan en la cruzada que pretende erradicar de una vez por todas a Dios del planeta, para dejar en su lugar a ese nuevo dios que se ha ido adueñando del mundo bajo un disfraz bellísimo, pero terriblemente engañoso: el humanismo, porque ¿Quién será el osado, obtuso y retrógrada que se oponga a la bellísima idea del humanismo: el hombre, centro del universo, dios en sí mismo, suprema especie que no reconoce a su Creador. Por ello, empezaron por quitar a Dios de las escuelas, ordenando retirar los crucifijos de las aulas en varios países del viejo continente, no fuera a ser que los niños musulmanes y sus padres se sintieran ofendidos.
Por ello, desoyeron los ruegos y reclamos de la comunidad católica europea, encabezada por el Papa Juan Pablo II, para que se incluyera es su constitución una mención del origen cristiano del continente; por ello, una ministra de educación valenciana ordenó que se tirara a la basura un Belén (Nacimiento, le llamamos) que habían puesto los niños de un jardín de infantes y, por ello, hace ya algunos años empiezan a circular en el mes diciembre lindos mensajes que hablan de unas felices fiestas, pero que omiten deliberadamente incluir al festejado. Porque el único festejado en la Navidad es Cristo, precisamente el nombre de Navidad proviene de Natividad, es decir el nacimiento, y ¿de quien se ha festejado durante más de dos mil años el nacimiento sino del Redentor del mundo? y ahora resulta que, como no pueden desaparecer ni las vacaciones, ni los elementos alusivos a la temporada navideña prefieren decir “felices fiestas”, creyendo que con eso se borra todo el sentido que tiene esta celebración, pretendiendo diluirla entre otros festejos que bien podrían ser el carnaval, las fiestas patrias, el día de la madre o el del ejército, según sea el gusto de cada pueblo.
La acometida es tan feroz que ya nos está llegando sin darnos cuenta. Fijémonos en este diciembre cuántos anuncios de TV pondrán algo alusivo al verdadero sentido de la Navidad y veremos que, como desde hace unos años, nos atiborrarán de imágenes que nada tienen que ver con nuestra fe, idiosincrasia, costumbres y demás.
Ya, desde ahora, por ejemplo, una importante marca de refrescos nos pone a unos encantadores osos polares y pingüinos (¿en cuáles de nuestros países hay esas simpáticas criaturas? El 99% de los habitantes ,ólo los conocemos por los zoológicos y las películas). También nos llenan de duendes, santacloses, renos, hombres de nieve y demás, pero ¿Quién nos habla de Jesús? Hemos permitido que una mentalidad mercantilista y atea se apodere de nosotros y que diciembre, lejos de ser un mes especial para que nuestros corazones se purifiquen, para que imperen la paz, el amor y el perdón, para que se afiancen los lazos familiares y se restañen las viejas heridas, se conviertan en “convivios” de borracheras, dispendios, gastos superfluos que en nada alimentan el espíritu, que no cambian nuestras vidas. Navidad es, ya lo dijimos, natividad, y natividad es recordar la llegada de Dios al mundo para redimirnos, no hay vuelta de hoja.
Así nació la fiesta en el mundo cristiano y así ha sido por dos milenios. ¿Qué hay quienes dicen que la fecha no es la correcta? ¡A quien el importa! Lo importante es que con ella celebramos la llegada del Redentor y nadie, hasta hace algunos años, lo objetaba. Nosotros los cristianos no invadimos cultural ni económicamente los festejos del Ramadan, el Yon Kipur, o la fiesta de la comunidad budista, ni tratamos de suplantar o avasallar el sentimiento que tienen esos pueblos hacia sus principales festividades religiosas, entonces ¿por qué hemos de ceder nuestro derecho a celebrar a Jesús recién nacido en Navidad? Ahora, miles de mensajes dicen “felices fiestas” ¿fiestas de qué?
Si la fiesta es para festejar a Alguien o algo, y si en esta temporada por intereses políticos o comerciales pretenden que ya no festejemos a Jesús, más vale que estos países cambien sus vacaciones, sus discursos de fraternidad y amor, los abrazos y regalos para otras fechas, es más, que se atrevan a intentar cambiar el rumbo de la historia y el mismo calendario juliano que rige a todo el mundo occidental, pero que no se atrevan a quitarnos a los cristianos el “derecho” , sí, porque es nuestro derecho, de festejar en diciembre a Jesús niño que, aunque muchos traten de ignorarlo o borrarlo del acontecer del mundo, seguirá allí, junto con María, José, el pesebre y el “nacimiento” que el santo de Asís introdujo hace 8 siglos, con los Reyes Magos, la estrella, los pastores, las ovejas, la mula y el buey presidiendo nuestros hogares en diciembre.
Y será a Jesús Niño a quien rindamos adoración, a quien acunemos en nuestros brazos y corazón, a quien cantemos, y a quien demos gracias porque hace 2008 años, en una explosión de amor, Dios quiso hacerse como nosotros para que la humanidad volviera a Él.